3 Noviembre 2019 – Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario

El libro de la Sabiduría le dice a Dios: “Porque amas todas las cosas que existen y no detestas nada de lo que has hecho”.  Este amor de Dios se ve en la declaración que Jesús le hizo a Zaqueo “baja rápidamente porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” “… porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

Queridas hermanas y hermanos: Nuestro Dios siempre se preocupa por nosotros en todo momento, a pesar de lo pecaminosos e imperfectos que somos.  Zaqueo, como sabemos, era un rico recaudador de impuestos que extorsionaba y defraudaba a los pobres.  Todos lo detestaban mucho por eso.  En el Evangelio de hoy, recibió el perdón.  Hizo un esfuerzo extra de subir al árbol para ver a Jesús.  ¿Qué lecciones hay para nosotros?

El primero es el llamado para que superemos todos los obstáculos que nos impiden encontrarnos con Jesús.  Zaqueo sabía que su baja estatura era un impedimento para ver a Señor.  Él ideó un medio para superar eso.  En el encuentro con el Señor, su riqueza mal adquirida sería otro impedimento, pero se deshizo de ellas al restituir a los que defraudó y dar la mitad a la caridad.

Hoy, la situación de Zaqueo refleja la nuestra.  Jesús nos ama y se preocupa por nosotros como lo hizo por Zaqueo y nos está llamando en este momento para abrazarnos.  ¿Cuáles son los obstáculos que impiden una relación plena con él?  ¿Podemos honestamente mirar hacia adentro para encontrarlos?  Los esfuerzos de Zaqueo hoy fueron en dos etapas: la primera fue el esfuerzo físico y el esfuerzo espiritual, veamos

Se trepa al árbol, del mismo modo, ¿cuáles son los obstáculos físicos que nos impiden encontrarnos con Jesús?  ¿Proviene de nuestras relaciones actuales?  ¿Viene de nuestros lugares de trabajo o las ocupaciones lo que nos impide tener suficiente tiempo para Dios?  ¿Proviene de nuestros logros materiales, riquezas, talentos y dones?  Mientras nos enfrentamos a los obstáculos físicos, recordemos que Zaqueo también se ocupó del impedimento espiritual.

Cuando se encontró con Cristo, se deshizo de su codicia, orgullo y ambición.  En nuestro propio caso, ¿cuáles son esos obstáculos espirituales?  ¿Somos codiciosos, orgullosos o ambiciosos?  Al igual que Zaqueo, ¿estamos listos ahora para hacer un esfuerzo adicional para deshacernos de estos defectos espirituales para corregir nuestra relación con Dios?  ¿Podemos dar ese salto audaz para eliminar cualquier obstáculo que nos impide tener una relación completa con Jesús?  “anímate para que el gozo del Señor, en Zaqueo se materialice prontamente en ti tambien!. Vale la pena”!

1 Noviembre 2019 – Solemnidad de Todos los Santos

Hoy celebramos la Solemnidad de todos los Santos sin nombre que hay.  Como dice Apocalipsis: “Tuve una visión de una gran multitud, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas.  Se pararon delante del trono y el Cordero, vestidos con túnicas blancas y sosteniendo ramas de palma en sus manos”.

Si queremos reflexionar sobre el símbolo de su túnica blanca y ramas de palma, entenderemos mejor.  La túnica blanca hace referencia a la pureza bautismal, la alegría y la resurrección.  Los recién bautizados siempre están vestidos de blanco para mostrar la nueva vida en Cristo.  Hoy en dia, para todos los santos que los lleven puesto, significa que los santos son aquellos que han permanecido fieles a su promesa bautismal y han hecho esfuerzos para no contaminar sus vidas con el pecado.

Las ramas de palma que sostienen en la mano son un signo de victoria.  Terminaron las batallas de sus vidas sobreviviendo victoriosamente a la gran angustia y lavaron sus túnicas con la sangre del Cordero.  Al igual que en todas las batallas, permanecieron en absoluta obediencia a Cristo, el comandante de la batalla.

Queridas hermanas y hermanos, como estos santos, estamos llamados a la obediencia absoluta a Cristo a través de una vida de fidelidad.  Ser fiel a Cristo en esta vida presente es ser bendecido.  La vida de duelo, mansedumbre, hambre y sed de justicia, misericordia y amor por la paz son formas de participar en la vida divina.

La gente a veces piensa que la vida sin dolor y sufrimiento es sinónimo de alegría.  En realidad, eso es falso ya que Jesús nos hace conscientes en el Evangelio.  Es sólo una vida vivida para Dios que es realmente bendecida y gozosa, una vida lista para sacrificarse y soportar dolores por los demás por el bien de Dios.

Los santos que honramos hoy lo sabían muy bien.  Ninguno de ellos está donde están hoy no por la facilidad sino por la fidelidad a pesar de los desafíos.  Al igual que los santos, la celebración de hoy nos llama a la fidelidad en los logros y pensamientos.  “Estos santos embellecieron el mundo, lo llenaron de calidez, luz y esperanza.  Fueron testigos del amor de Dios en sus vidas.  Vamos a imitarlos en la vida presente para estar mañana, donde están ahora. Amén

 

 

 

 

27 Octubre 2019 – Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

En el Evangelio de hoy, el fariseo que fue al templo a orar dijo: “Dios mio, te doy gracias porque no soy como el resto de los demás hombres; ladrones, injustos, adúlteros, o como el publicano.” Queridas hermanas y hermanos, en estas pocas palabras, vemos lo peor de nuestra actitud humana: una tendencia a juzgarse a sí mismo como mejores que los demás.  Un corazón que se ve a sí mismo como el mejor mientras que los demás son lo peor.

En esta única frase, vemos el orgullo humano, los celos y el desprecio por los demás seres humanos y la ingratitud hacia Dios; todo combinado.  Por eso Jesús comentó que el fariseo se hablaba más a sí mismo que a Dios.  En la Primera Lectura, Sirácides nos advierte contra la actitud de orgullo en nuestra oración, recordándonos, que “la oración de los humildes atraviesa las nubes.”

El publicano demostró que, en esta simple palabra, “Dios, apiádate de mí, que soy un pecador”.  Una mirada a la acción del fariseo de hoy pone de manifiesto un problema importante que tenemos hoy como sociedad.  Como alguien señaló con razón, “el fariseo estableció sus propios estándares de vida y conducta y se juzgó a sí mismo en consecuencia”.  Con qué frecuencia hacemos eso hoy!. Si bien, el Señor y Su Iglesia nos han dado normas morales que debemos seguir, pero muchas veces, tratamos de bajar esos estándares dándonos un pase por hacer lo mínimo.

Nos preocupamos excesivamente solo con los requisitos externos de la Ley sin una disposición espiritual adecuada del corazón que ama a Dios y al prójimo.  El Señor, en esta parábola, nos enseña que la referencia es Él mismo y no nuestro propio estándar individual.  ¡No somos autosuficientes, solo Dios lo es!  Es el estándar de amar al prójimo lo que el fariseo no pudo hacer.  Es la norma no olvidar ser misericordioso en nuestro juicio de los demás, ya que no sabemos cuáles son sus luchas.

El otro estándar es la humildad en nuestra relación con Dios, nuestro prójimo y nosotros mismos.  La humildad es ser sinceros con nosotros mismos sabiendo que ante Dios somos polvo.  La humildad como alguien comentó “no se supone que destruya nuestra autoestima, sino que la purifique”.  El problema del fariseo no radica en el reconocimiento de sus buenas obras, sino en atribuirse el éxito a sí mismo y no a Dios.

¡Que siempre seamos humildes al recordar que todas nuestras buenas obras se deben a la gracia de Dios!

 

20 Octubre 2019 – Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario

Las lecturas de hoy nos presentan la importancia de la perseverancia, especialmente en nuestras oraciones.  En la primera lectura, Moisés sostuvo sus manos levantadas hasta que los israelitas ganaron la guerra.  En el Evangelio, la viuda siguió molestando al juez injusto hasta que él cedió a su pedido.  Pablo en la Segunda Lectura alentó a Timoteo a perseverar en el buen trabajo.

Queridas hermanas y hermanos, en el mundo acelerado de hoy que es posible gracias a la tecnología, la perseverancia en la vida, especialmente en nuestra oración, es un desafío para cada uno de nosotros. Hoy falta las virtudes de la perseverancia y la paciencia.  Vivimos en un mundo donde “queremos alivio instantáneo, acción rápida, servicio rápido y producto instantáneo.  Todo lo que queremos hoy nos debe ser dado ya. Nadie (Pocos)  tiene la capacidad de esperar.

Sin embargo, en la Parábola de Moisés y la viuda, Dios nos recuerda que la paciencia y la perseverancia son un verdadero signo de fe en Él.  A través de esas virtudes, vivimos la verdad de que todo depende del tiempo de Dios, que siempre es el mejor.  “A medida que oramos, nuestro marco de referencia cambia, de la autosuficiencia a una completa dependencia de Dios”.

La oración es un privilegio dado a nosotros como criaturas.  Orar es reconocer la importancia de Dios en nuestras vidas y la oración constante significa vivir constantemente en la presencia de Dios.  El progreso espiritual lleva mucho tiempo y debemos trabajar en ello cada segundo de nuestras vidas sin rendirnos. La perfección espiritual no es un “café instantáneo”.

Las lecturas también nos recuerdan la importancia de apoyarse mutuamente en la oración y en las acciones.  Es cierto que los israelitas ganaron su batalla contra los amalecitas;  Sin embargo, Moisés necesitaba el apoyo de Aarón y Jur para que sus manos cansadas se mantuvieran firmes.  Del mismo modo, necesitamos el apoyo mutuo en nuestro viaje espiritual.  Solo podemos hacer eso a través de oraciones y acciones.

13 Octubre 2019 – Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo

En la Primera Lectura, Naamán regresó a Eliseo para dar gracias, mientras que en el Evangelio, el samaritano sanado, regresó y agradeció a Jesús. Las lecciones de hoy, entre otras cosas, nos recuerdan la importancia de la acción de gracias. San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, dice que “la acción de gracias es el fundamento básico de nuestras vidas como cristianos”. Mirando a nuestra sociedad, la ingratitud es una crisis importante que tenemos hoy.

Esta ingratitud se ha manifestado en la forma en que la vida humana se ha abaratado. Desde el aborto, el suicidio, la eutanasia hasta los constantes asesinatos en masa, todos son manifestaciones de falta de gratitud a Dios por la vida. Cuando la vida es aceptada (afortunadamente) como un regalo, por lo general muestra cómo una sociedad la aprecia y hace todo lo posible para preservarla.

Ser agradecido se extiende a todo lo que somos y recibimos. En el evangelio de hoy, los judíos que fueron sanados tal vez dieron por sentado que, como judíos, tenían derecho a la curación de Dios. Eso es falso. Jesús los reprendió y elogió al samaritano que sabía que su curación era un favor inmerecido de Dios.
Por lo tanto, ser agradecido, significa no dar nada por sentado. Como alguien dijo con razón, “tendemos a dar por sentado lo que siempre hemos tenido, como si fuera nuestro, por derecho”. Queridas hermanas y hermanos, desde la perspectiva de Dios, nada es nuestro por derecho. Como nos pregunta San Pablo, “¿qué tienes que no hayas recibido? Todo es un regalo y estamos llamados a estar siempre agradecidos por ellos.

Ser agradecido comienza con la satisfacción. Si no estamos contentos/satisfechos con lo que tenemos, no sabríamos que ya tenemos tanto. En verdad, en la vida, no necesitamos mucho para ser felices. Sin embargo, siempre estamos bombardeados con el “último y más grande, (novedoso)” que nos hace pensar que necesitamos más y más y constantemente está en la lista de lo deseado. “Día tras día, los anuncios (comerciales) intentan inflamarnos con tantos deseos, que podemos olvidar las bendiciones que ya tenemos”.

Ser agradecido significa también confiar en Dios no solo en los buenos tiempos sino también en los malos, sabiendo que todo lo que permite que suceda es para nuestro propio bien. Alexander Whyte, quien era famoso por la acción de gracias diaria a Dios, el día en que una tormenta cubrió el suelo con una profunda capa de nieve y las líneas eléctricas cayeron, oró: “te damos gracias Señor Dios porque todos los días no son como éste “. Jesús hoy nos llama a desarrollar esa mentalidad de acción de gracias en todas las cosas. Continue reading “13 Octubre 2019 – Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo”

6 Octubre 2019 – Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

Las lecturas de hoy nos recuerdan la importancia de la fe.  El Señor respondió a Habacuc en la Primera Lectura “el justo, por su fe, vivirá”.  En el Evangelio, Jesús le dice a sus apóstoles: “Si tuvieran fe,aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y los obedecería”.

Queridas hermanas y hermanos, la virtud de la fe es extremadamente importante, ya que es el fundamento de nuestras vidas como cristianos.  Como fundamento, la fe nos ayuda a ver la verdad de que Dios es nuestro creador, de quien depende todo lo que somos y tenemos.  Es solo a través de Él y en Él que nuestras vidas pueden ser significativas. La fe nos ayuda a entender esta verdad;  haciéndonos ver todo, interpretar y juzgar cada evento que sucede y el mundo que nos rodea desde la perspectiva de Dios.

A menudo pienso en la fe, que es ver las cosas desde la perspectiva de Dios.  Por ejemplo, mirando a Memphis desde 15,000 pies del cielo.  Si viaja por las calles, nunca apreciará completamente la belleza de esta ciudad hasta que se observe desde arriba, y verás cuán bien ordenadas están las calles, cómo están bien estructuradas las casas y cómo los caminos serpentean por el bosque, etc. Mirar las cosas desde nuestra perspectiva humana es solo ver a Memphis desde la calle, donde se esconde su belleza.

Como nos recuerda el Cardenal Sarah, “la fe no es simplemente una intuición, una emoción o un sentimiento, sino la forma, el molde de toda nuestra vida, tanto privada como pública, personal y social.  Es una apertura aceptar muchas preguntas sin respuesta sobre la vida, confiando en el poder y la bondad de Dios, sin importar cuán grave sea la situación.  En pocas palabras, es como el modo predeterminado de nuestra computadora.  Cuando tenemos fe, entendemos la vida como un regalo, como Pablo le dice a Timoteo en la Segunda Lectura, ‘reavive el don de Dios que recibiste”.

Cada uno de nosotros es un regalo de Dios y estamos llamados a ser regalos el uno para el otro.  Humildemente sabiendo que no podemos presumir de nada, ya que todos son regalos de Dios, incluidas nuestras vidas.  Que nuestras vidas siempre se guíen por esta verdad fundamental.

29 Septiembre 2019 – Vigésimo Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

Las lecturas de hoy nos presentan la verdad fundamental de nuestras vidas: somos creados por Dios y solo para Él.  Todo lo que hacemos en esta vida debe ajustarse a esa única verdad.  En la Primera Lectura, Pablo le recuerda a Timoteo, “Conquista la vida eterna a la que has sido llamado”.  Significa que todas sus obras deben tener vida eterna con Dios a la vista.  Es esta verdad en el Evangelio que el hombre rico  “que se viste de púrpura y lino fino y cena suntuosamente cada día” no entendió.

Para el hombre rico, la vida en la tierra era simplemente un fin para ser disfrutada en plenitud. Para el no había otra vida después de eso. Desafortunadamente, descubrió la verdad demasiado tarde porque no tuvo tiempo de enmendarse. Es esta verdad acerca de la vida que cada uno de nosotros está llamado a reflexionar. No es una coincidencia que hoy vivimos en una sociedad que tiene todas las tentaciones que atraparon al hombre en su lujo.

 

Tiendo a pensar en todos los lujos e innovaciones que tenemos hoy a nuestra disposición; los entretenimientos, los artilugios y la riqueza que embriagan e inundan nuestras vidas todos los días.  Samsung lanzó su 10+ y Apple, hace unas semanas, lanzó su último iPhone 11. Nuestras industrias de películas y entretenimiento, como la serie dramática, “Game of Thrones”, películas de Netflix como “Black Panther”, “Aviator” y otros.  Todos tienen el poder de mantenernos en nuestras zonas de confort.  Hoy hablamos de inteligencia artificial, internet y realidad aumentada.

 

Mientras hacen la vida más fácil y nos ayudan a relajarnos y hacer nuestras cosas, piensen en lo que sus abusos han hecho a nuestra mente (psique) y vida espiritual.  ¿Podemos estar por un momento en silencio y en quietud espiritual?  Mientras están en la Iglesia, algunos dividen su atención entre sus mensajes telefónicos y la Eucaristía.  En casa, nos tratan las orgías salvajes que llenan nuestras estaciones de televisión.

 

Queridos hermanos y hermanas, es importante recordar que el hombre rico no terminó en el infierno debido a la riqueza, sino a la forma como la usó.  Nunca tuvo tiempo para Dios, (ni para otros de inferior condicion) y el silencio espiritual fue un tabú para él porque pasó toda su vida festejando.  Nunca supo que Lázaro estaba en necesidad porque toda la atención estaba en sí mismo.

 

Hagamos una pausa y preguntémonos, ¿en qué uso mi tiempo y recursos?  ¿Soy consciente que las personas a mi alrededor necesitan mi ayuda?  Recuerda, tu salvación eterna depende de eso.

22 Septiembre 2019 – Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

En el Evangelio, Jesús dice, “Los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios, que los que pertenecen a la luz”. El profeta Amós, en la Primera Lectura, tambien nos advierte claramente de aquellos que engañan y arruinan a los pobres. Ellos y el administrador en el evangelio, solo se preocupaban por su ganancia personal.  Por eso pactaban a conveniencia sus medidas.

Queridas hermanas y hermanos, entre las lecciones de las lecturas de hoy, es un llamado para que volvamos a evaluar nuestra relación con los bienes materiales y el papel que juegan en nuestras vidas.  ¿Son para nosotros un medio o un fin?  En Génesis 1,28, Dios nos dice; ” Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Si preguntamos; ¿Cuál es el significado de ese mandamiento?  Es que Dios desde el principio, ha establecido cuál debería ser nuestra relación con las cosas materiales.  Deberíamos ser su amo y no sus esclavos.  Es esta relación la que se anuló en la primera lectura y el evangelio de hoy.  Las personas deshonestas en la Primera Lectura, y el administrador del evangelio, estaban dominados por su codicia, y su deseo de tener riquezas y las riquezas tenían dominio sobre ellos.

¿Cómo los bienes materiales gobiernan sobre alguien?  Cuando las persiguen como si fueran lo único que importa en la vida; su vida se centra en lo material.  Por ejemplo, cuando nuestro deseo de adquirir dinero para comprar una casa, un automóvil o una fiesta de Quinceañera, se vuelve más importante que nuestra vida espiritual. Tener vida espiritual es venir a Misa el domingo, ser honestos en nuestros lugares de trabajo, atender nuestras necesidades espirituales en todas sus formas, rezando nuestra oración diaria. Si no vivimos así, entonces somos esclavos de las riquezas.  En otras palabras, cuando uno vive solo por lo material.

Nuevamente, los bienes materiales gobiernan sobre uno cuando son más importantes que sus hermanas y hermanos.  Para nosotros es obvio que cuando la búsqueda de riqueza adquiere la mayor importancia en la vida, nuestras hermanas y hermanos son tratados como objetos, medios e instrumentos para ser explotados.  De hecho, los seres humanos son solo otro número.

En Génesis, Dios, después de crear cosas materiales, nos dio el mandamiento de usarlas como medios para sostener la vida y no como un fin para ser adoradas.  Solo los seres humanos son creados a imagen de Dios y son los únicos que tienen un fin en sí mismos.  Cada vez que uno considera que los bienes materiales son más importantes que sus hermanas o hermanos, están sirviendo al dinero y no a Dios como Jesús advierte en el Evangelio.

8 Septiembre 2019 – Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos desafía a establecer la prioridad en nuestra vida.  Quiere que cada uno de nosotros nos preguntemos: ¿quién es más importante y qué es lo más esencial en mi vida?  ¿Es Dios o las personas y las cosas que no son Dios?  Esta pregunta es extremadamente importante ya que sobre su respuesta, se encuentra nuestra salvación o condenación eterna.  En el Evangelio, Jesús dice, “Cualquiera que venga a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.”

Queridas hermanas y hermanos, es importante que la declaración de Jesús de hoy nos ayude a reevaluar nuestras prioridades en la vida.  Vivimos en un mundo donde muchos valores, especialmente los mundanos, compiten por nuestra lealtad.  Si uno no tiene cuidado, pasará toda la vida esclavizado a ellos, desde los deseos del cuerpo, la búsqueda de honor y prestigio, la acumulación de riqueza, etc.

San Juan de la Cruz nos recuerda que “el alma que permanece con sus afectos apegados a las cosas, por pequeñas que sean, nunca llegará a la Unión Divina;  porque significa poco si el pájaro está atado con un hilo delgado o uno grueso: por muy delgado que sea, siempre que no lo rompa, permanece siempre atado e incapaz de volar “.

Hoy, Cristo exige de nosotros una lealtad absoluta a Dios.  San Pablo, en la segunda lectura, hizo exactamente eso.  Fue prisionero de Cristo.  Para él, Cristo fue todo y  consideró un honor ser prisionero por causa de Jesús.  El ejemplo de San Pablo nos desafía sobre cuán preparados estamos para sacrificar todo por Dios.  ¿Hasta qué punto estamos listos para tomar inconvenientes por nuestra fe?  Hoy, si ni siquiera podemos llegar a misa a tiempo o sacrificarnos incluso 30 minutos al día para orar, ¿cómo podemos sacrificar algo más por Dios?  Si asistir a la misa dominical es pedir demasiado o defender la verdad es difícil, ¿podemos vivir fielmente a la exigencia (mandato) de Cristo?

Dietrich Bonhoeffer escribió un libro llamado “Costo del discipulado”.  En él afirma, “la vida espiritual no es lo que evita el sufrimiento y el dolor y se mantiene alejado de la destrucción, sino el que soporta la muerte y es sostenido por ella”.  Al igual que Salomón en la Primera Lectura, ¡pidamos a Dios que nos dé sabiduría para elegirlo por encima de otros valores, Amén!

1 Septiembre 2019 – Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

El tema de hoy es todo sobre la humildad.  Sirach nos amonesta diciendo: “hija mía, conduce tus asuntos con humildad”. Mientras Jesús, a los invitados, dijo: “todo el que se enaltezca será humillado, pero el que se humilla será enaltecido”.  Queridas hermanas y hermanos, humildad, uno diría que es la reina de todas las virtudes.  Su opuesto, el orgullo, es el primero de los siete pecados capitales y es el padre de todos los pecados.  Destruyó a nuestros primeros padres en su búsqueda de ser como Dios.

Jesús, al venir al mundo, tomó el camino de la humildad.  Como Pablo nos dice en Filipenses, que aunque era Dios, se hizo hombre para salvarnos.  Toda la vida de Cristo es una encarnación de la humildad.  Al seguir el ejemplo de Cristo, cualquiera que quiera ser un verdadero cristiano, debe imitar la humildad de Cristo.  La palabra “humildad” que proviene del humus, significa que todos nosotros, como criaturas, somos del polvo.  Significa “recordar siempre nuestro origen del polvo, nuestro deber de sumisión a nuestro creador y nuestra total dependencia de Él y de los demás”.

Una manera simple de probar nuestra humildad es examinar siempre cómo consideramos los dones que se dan a los demás.  ¿Estamos celosos de ellos o deseamos que no tuvieran esos dones o talentos?  En el evangelio, los invitados no fueron lo suficientemente humildes como para recibir su posición del anfitrión, preferirían tomarla ellos mismos.  Esto es exactamente lo que sucede cuando deseamos que los dones de los demás sean más bien nuestros en lugar de los suyos.

Humildad nuevamente significa reconocer la gracia de Dios obrando en nosotros.  No es la falsa pretensión de sentirse cómodo en la debilidad de uno pensando que no se puede cambiar para mejor.  También es, por otro lado, aceptar la verdad de que todos somos pecadores. Como todos somos pecadores, humillarnos significa que no podemos juzgar o criticar a los demás, ya que ninguno de nosotros es mejor que el otro.  Si creemos que hay algo bueno que hacemos, todo es por la gracia de Dios.

Ser humilde es pensar primero en los demás, ya que el orgullo es egocentrismo.  Es vivir la oración de San Francisco, “buscando no tanto ser consolado sino consolar, para ser entendido como para entender, para ser amado como para amar”.  Significa no siempre tenerlo a nuestra manera.  Un sacerdote una vez contó la historia de un Sacristán en una parroquia que se llama Sargento Mayor.  Se llama así no porque se haya retirado del ejército, sino porque todo tenía que hacerse a su manera.  Que nunca seamos “sargentos mayores” en relación con los demás.