8 Septiembre 2019 – Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos desafía a establecer la prioridad en nuestra vida.  Quiere que cada uno de nosotros nos preguntemos: ¿quién es más importante y qué es lo más esencial en mi vida?  ¿Es Dios o las personas y las cosas que no son Dios?  Esta pregunta es extremadamente importante ya que sobre su respuesta, se encuentra nuestra salvación o condenación eterna.  En el Evangelio, Jesús dice, “Cualquiera que venga a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.”

Queridas hermanas y hermanos, es importante que la declaración de Jesús de hoy nos ayude a reevaluar nuestras prioridades en la vida.  Vivimos en un mundo donde muchos valores, especialmente los mundanos, compiten por nuestra lealtad.  Si uno no tiene cuidado, pasará toda la vida esclavizado a ellos, desde los deseos del cuerpo, la búsqueda de honor y prestigio, la acumulación de riqueza, etc.

San Juan de la Cruz nos recuerda que “el alma que permanece con sus afectos apegados a las cosas, por pequeñas que sean, nunca llegará a la Unión Divina;  porque significa poco si el pájaro está atado con un hilo delgado o uno grueso: por muy delgado que sea, siempre que no lo rompa, permanece siempre atado e incapaz de volar “.

Hoy, Cristo exige de nosotros una lealtad absoluta a Dios.  San Pablo, en la segunda lectura, hizo exactamente eso.  Fue prisionero de Cristo.  Para él, Cristo fue todo y  consideró un honor ser prisionero por causa de Jesús.  El ejemplo de San Pablo nos desafía sobre cuán preparados estamos para sacrificar todo por Dios.  ¿Hasta qué punto estamos listos para tomar inconvenientes por nuestra fe?  Hoy, si ni siquiera podemos llegar a misa a tiempo o sacrificarnos incluso 30 minutos al día para orar, ¿cómo podemos sacrificar algo más por Dios?  Si asistir a la misa dominical es pedir demasiado o defender la verdad es difícil, ¿podemos vivir fielmente a la exigencia (mandato) de Cristo?

Dietrich Bonhoeffer escribió un libro llamado “Costo del discipulado”.  En él afirma, “la vida espiritual no es lo que evita el sufrimiento y el dolor y se mantiene alejado de la destrucción, sino el que soporta la muerte y es sostenido por ella”.  Al igual que Salomón en la Primera Lectura, ¡pidamos a Dios que nos dé sabiduría para elegirlo por encima de otros valores, Amén!

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