October 4, 2020 – Twenty-seventh Sunday in Ordinary Time

In the first reading, the prophet Isaiah presents the house of Israel as the vineyard of the Lord, and the people of Judah His cherished plants.  In spite of the Lord’s care, the vineyard never bore fruit.

This beautiful metaphor about God’s love for His people and their failure to respond applies to us today.  The vineyard is the symbol of the Church while each of us is a seed planted in it.

Dearest ones, reflecting on this reality brings to our minds the fundamental truth about our lives on earth.  God from the beginning has cultivated us as His vineyard meaning that we are not here by chance.  He has planned our lives for us and our duty is to follow that plan.  St. Paul in the second reading admonishes us not to be anxious about anything but to persevere in prayer and petition.

Reflecting on St. Paul’s assurance that we should not be anxious is challenged by so many evils bedeviling us presently:  the mortal challenge to our health, especially the virus that has also gripped our government; the violence on our streets; the economic challenges; our personal struggles in whatever form they are; and so on.

The truth is that Our Lord is still the Emmanuel who is always with us.  The world still belongs to God and He wants us to come to Him with prayerful trust.  Like Isaiah, Our Lord wants to find some fruit in our lives.  If he is to come now, what fruit will he find in our lives?  Honor, truth, justice, purity, love, grace, charity, good work, friendship and courage as St. Paul reminded us in the second reading.  Or, will it rather be, as Isaiah noted in the first reading, wild grapes of sin, lukewarmness, spiritual mediocrity, vanity, licentiousness, anger, bitterness, and so forth, instead?

As we meditate on these words with regard to our lives, it is important to remind ourselves that whatever the situation of our present life, the Lord is challenging us today not to despair but to embrace Him in order to bear lasting fruit.

As St. Francis de Sales admonishes us:  “Do not fear what may happen tomorrow only entrust yourself completely to God.  The same loving Father who cares for you today will care for you tomorrow and every day.  Either He will shield you from suffering, or He will give you unfailing strength to bear it.

4 Octubre 2020 – Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

En la primera lectura, el profeta Isaías presenta la casa de Israel como la viña del Señor mientras el pueblo de Judá, su plantación predilecta . A pesar de la atención del Señor, el viñedo nunca dio fruto.

Esta hermosa metáfora sobre el amor de Dios por su pueblo y su falta de correspondencia se aplica hoy a nosotros. El viñedo es el símbolo de la iglesia, mientras que cada uno de nosotros es una semilla plantada en ella.

Queridos, lo que reflejan en esta realidad lo lleva a nuestras mentes la verdad fundamental sobre nuestras vidas en la Tierra. Dios, desde el principio, nos ha cultivado como su viñedo. Significa que no estamos aquí por casualidad. Él ha planeado nuestras vidas y nuestro deber es seguir esos planes.

San Pablo en la segunda lectura nos admítese a no estar ansioso por nada. Más bien, perseverar en oración y petición. Reflexionando en la seguridad de San Pablo, que no deberíamos estar ansiosos, es desafiado por tantos malvados que se presentan actualmente; El desafío mortal a nuestra salud, especialmente el virus que también ha desgarrado a nuestro gobierno, la violencia en nuestras calles, los desafíos económicos, nuestras luchas personales en cualquier forma que estén y así sucesivamente.

La verdad es que nuestro Señor sigue siendo el emmanuel que siempre está con nosotros. El mundo aún pertenece a Dios y él quiere que vengamos con él con la confianza de oración. Como Isaías, nuestro Señor quiere encontrar los frutos en nuestras vidas.

Si él viniera ahora ¿qué fruto encontrará en nuestras vidas? Honor, verdad, justicia, pureza, amor, gracia, caridad, buen trabajo, amistad y coraje, como nos recordó San Pablo en la segunda lectura. O será más como señaló a Isaías en la primera lectura, uvas silvestres del pecado; mediocridad espiritual, vanidad, enojo, amargura, en su lugar?

Al meditar en estas palabras con respecto a nuestras vidas, es importante recordarnos que cualquier situación que se encuentra en nuestra vida presente, el Señor nos desafía a no desesperar sino abrazarlo para tomar el fruto duradero.

Como nos dice San Francisco de Sales: “No temas lo que pase mañana. Solo confíete por completo por Dios.” El mismo padre amoroso que se preocupa por ti hoy se preocupara por ti mañana y todos los días. Te protegerá del sufrimiento, te dará fuerza para infalizar para soportarlo.

September 27, 2020 – Twenty-sixth Sunday in Ordinary Time

In the first reading, the prophet Ezekiel admonishes us to take responsibility for our actions and stop the blame game.  Like the Israelites, sometimes we shout “The Lord’s way is not fair” or, “society is to blame”.  Prophet Ezekiel’s admonition is important for us today in a society that encourages us to always blame our problems on others.  Today, someone ends up a drug addict, he or she is only a victim and no responsibility; someone is poor, it is society to blame; someone is sick as a result of his life-style, it is the society to blame and so on.  There is no personal responsibility anymore.

Of course, I do not mean that everyone’s suffering is as a result of their wrong actions; yet, it is important to point out that many are.  The prophet reminds us that we are responsible for our moral decisions rather than God.  “The choices we make either foster or damage our relationship with God”.  In making our decisions, Paul reminds us in Philippians that it should not be made out of selfishness or vainglory but humility and love.  Jesus chose humility over pride.

When our actions and decisions flow out of humility and love, they align with God’s will for us.  Being humble makes us aware that we are creatures that totally depend on God.  When we do things out of love, other people take precedence in our lives becoming primary in our hearts, minds and actions.  The second son changed his mind in the gospel and went to his father’s vineyard and worked.

That is what the Lord is asking us to do today.  Roll up your sleeves and get to work out of love for your neighbor to make the world a better place.  Are we ready for that?  Or shall we be like the first son that had all the good intentions but none was put into practice.

I love this poem that says, “I was hungry and you formed a study group to discuss my hunger, I was imprisoned and you went to church to pray for my release, I was naked and you debated the morality of my appearance, I was sick and you thanked God for your health, I was homeless and you preached about the spiritual shelter of God’s love, I was lonely and you left me alone to pray for me.  You seem so holy, so close to God, but I am still hungry, lonely, cold”.  Remember, as St. Augustine warns us, “the road to hell is fraught with so many good intentions” but no action.

27 Septiembre 2020 – Vigésimo Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

En la primera lectura, el profeta Ezequiel nos exhorta a asumir la responsabilidad de nuestras acciones y detener el “juego de la culpa”.  Como los israelitas, a veces gritamos: “El camino del Señor no es justo” o “la sociedad tiene la culpa”.  La amonestación-consejo del profeta Ezequiel es importante para nosotros hoy en una sociedad que nos anima siempre culpar a los demás de nuestros problemas.  Hoy, alguien acaba siendo drogadicto, sólo es víctima y no tiene responsabilidad; alguien es pobre y la sociedad tiene la culpa; alguien está enfermo como resultado de su estilo de vida, pero… es por culpa de la sociedad.  Ya no hay responsabilidad personal.

 

Por supuesto, no quiero decir que todo sufrimiento de las personas sea el resultado de sus malas acciones; sin embargo, es importante señalar que muchos sí lo son.  El profeta nos recuerda que somos responsables de nuestras decisiones morales en lugar de Dios.  (repetirlo para que lo escuchemos bien) “Las decisiones que tomamos fomentan o dañan nuestra relación con Dios”.  Al tomar nuestras decisiones, Pablo nos recuerda en Filipenses que no se debe hacer por egoísmo o vanidad, sino por humildad y amor.  Jesús eligió la humildad sobre el orgullo.

 

Cuando nuestras acciones y decisiones surgen de la humildad y el amor, se alinean con la voluntad de Dios para nosotros.  Ser humildes nos hace conscientes de que somos criaturas que dependen totalmente de Dios.  Cuando hacemos cosas por amor, otras personas tienen prioridad en nuestras vidas y se vuelven primordiales en nuestros corazones, mentes y acciones.

 

En el Evangelio de hoy, el primer hijo cambió, se arrepintió y se fue al viñedo de su padre y trabajó. Eso es lo que el Señor nos pide que hagamos hoy.  Arremángate y ponte manos a la obra por amor a tu prójimo para hacer del mundo un lugar mejor.  ¿Estamos listos para eso?  ¿O seremos como el segundo hijo que tuvo todas las buenas intenciones, pero ninguna se puso en práctica?

 

Me encanta este poema que dice: “Tenía hambre y formaste un grupo de estudio para discutir mi hambre, fui encarcelado y fuiste a la iglesia a orar por mi liberación, estaba desnudo y debatiste la moralidad de mi apariencia, estaba enfermo y agradeciste a Dios por tu salud, yo estaba sin hogar y tú predicabas sobre el refugio espiritual del amor de Dios, estaba solo y me dejaste solo para orar por mí.  Pareces tan santo, tan cerca de Dios, pero todavía tengo hambre, estoy solo y tengo frío.”  Recuerde, como nos advierte San Agustín, “el camino al infierno está plagado de tantas buenas intenciones” pero de ninguna acción. Que El Señor Todopoderoso nos conceda la gracia de hacer todo con amor con El, por El y para El. Amén.g{e

20 Septiembre 2020 – Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

En la primera lectura de hoy, el profeta Isaías nos amonesta diciendo: “busquen al Señor mientras pueda ser hallado, llámenlo cuando está cerca”.  El profeta en la primera lectura nos recuerda el mayor regalo que Dios nos ha dado, que es el “tiempo”.  Como dice el libro del Eclesiástico, “hay tiempo para todo: tiempo para plantar y tiempo para recolectar”.  El viaje de nuestras vidas es un tiempo de siembra, mientras que nuestra muerte venidera es el de cosechar.  En el evangelio, Jesús comparó el reino de Dios con un propietario que empleaba obreros en su viña.  No importa cuándo se contrató a un trabajador, lo único que importa es que haya trabajado.

 

Queridas hermanos y hermanas, ahora es el momento de trabajar en la viña del Señor y no mañana.  Como nos recuerda Martin Lutero, “nuestro tiempo en la tierra es neutral;  se puede usar de manera destructiva o constructiva y debemos usarlo de manera creativa sabiendo que ahora está listo para hacer lo correcto”.  En nuestro bautismo, como los primeros obreros que hicieron un acuerdo con el propietario, cada uno de nosotros le prometimos a Dios que le perteneceríamos por completo.

 

Debemos hacer su voluntad e imitarlo, como el generoso propietario.  Debemos mostrar amor a todos, independientemente de si lo merecen o no, debemos ser misericordiosos, generosos y perdonadores.  No debemos ser como los trabajadores que fueron contratados temprano y al ver a otros no tan buenos o lo suficientemente devotos como creemos que somos, o que no se merecen tanto más de lo que merecen.

 

La pregunta para nosotros hoy es, ¿hasta qué punto hemos cumplido todas estas nuestras promesas bautismales?  En este momento, no importa hasta qué punto lo hayamos hecho, sino que empecemos ahora.  Dios no está interesado en el pasado sino en el ahora.  Quiere que entremos inmediatamente en su viñedo de vida y comencemos a trabajar.  Nuestro Dios es generoso y nos ofrece nuevas oportunidades para hacerlo mejor.  Sin embargo, el problema es que si no nos ponemos a trabajar ahora, no estamos seguros de cuándo terminará el trabajo.  No lo posponga más.

 

Debemos escuchar el consejo del profeta que pide que “el sinvergüenza abandone su camino y el perverso sus pensamientos y vuelvan al Señor”.  San Pablo en la segunda lectura nos mostró un ejemplo perfecto con su vida.  Estaba tan enamorado de Dios hasta el punto que no había diferencia entre la vida y la muerte para él, ya que de cualquier manera él pertenece al Señor.  ¿Podemos, como San Pablo, enamorarnos de Dios hoy?

September 20, 2020 – 25th Sunday in Ordinary TIme

In today’s first reading, the Prophet Isaiah admonishes us “seek the Lord while he may be found, call him while he is near”.  The prophet in the first reading reminds us of the greatest gift God has given us, which is “time”.  As the book of Ecclesiasticus tells us, there is time for everything—a time for planting and a time for gathering.  Our lives’ journey is a time of planting while our coming death is that of harvesting.  In the gospel, Jesus compared God’s kingdom to a landowner who employed laborers in his vineyard.  It does not matter when a laborer was employed all that is important is that he worked.

Dearest sisters and brothers, now is the time to work in the Lord’s vineyard and not tomorrow.  As Martin Luther reminds us, “our time on earth is neutral; it can be used either destructively or constructively and we must use it creatively in the knowledge that now is ripe to do right.  At our baptism, like the first laborers who made an agreement with the landowner, each of us promised God that we are going to belong to him entirely.

We are to do his will and imitate him, like the generous landowner.  We are to show love to everyone irrespective of whether they merit it or not.  We are to be merciful, generous and forgiving.  We are not to be like the workers who were hired early, by seeing others as not good or as not as devout as we think we are, or not deserving as much as they get.

The question for us today is, how far have we fulfilled all of our baptismal promises?  At this moment, it does not matter to what extent we have done that, but that we begin to do so now.  God is not interested in the past but in the now.  He wants us to get into his vineyard of life immediately and begin to work.  Our God is generous, offering us new opportunities to do better.  Yet, the catch is that if we do not get in to work now, we are not sure when the work will finish.  Do not postpone it further.

We should hearken to the advice of the prophet who asks that the “scoundrel should forsake his way and the wicked his thoughts and turn to the Lord”.  St. Paul in the second reading showed us a perfect example with his life.  He was so in love with God to the extent that there was no difference between life and death for him since either way he belongs to the Lord.  Can we, like St. Paul, fall in love with God today?

September 6, 2020 – Twenty-third Sunday in Ordinary Time

In today’s readings, the Lord reminds us of the importance of being members of a community.  He tells us in the Gospel that where two or three are gathered in his name, he is in their midst.  This message from the Lord is important for each of us to take to heart, especially today when excessive individualism and selfishness is presented to us by the world as the ideal way to live.  According to the world, the mantra is: live and enjoy in your private space and never allow anyone else to come close or even be bothered by them.

The Lord wants to remind us again that he did not create us as solitary nomads in our private islands but as brothers and sisters whose lives are meant to touch each other.  He wants us to live out the full implication of this truth.  The first is that we are all connected with each other.  Everyone should therefore be concerned for each other’s welfare.  We are particularly to be solicitous for the good of our neighbor, especially their spiritual welfare.

In the first reading, the Prophet Ezekiel was warned that if he fails to tell and dissuade a wicked man from his or her evil ways, he will suffer for that negligence.  In our interactions with our neighbors, do we take a stand for the truth?  Remember, our enemy the devil always tries to persuade us not to take sins seriously.  He tells us that we deserve to be happy and that there is no such thing as absolute right and wrong.  That is why we find it difficult to condemn evil when we see it.

Each of us has been given that siren in our hearts—the Holy Spirit—that reminds us what is wrong and what is right.  Do we listen to him?  In the gospel, the Lord says that if our brother or sister has sinned against us, we try to inform him or her and help him or her make amends, integrating the person back to the community.  This admonition challenges us today where when someone does wrong against us, rather than integrating the person back into the community, we try to make the person be hated by our loved ones and our friends.  We want those that are not in good terms with us also to be despised and disliked by every other person else.  We cannot do that since as Paul tells us in the second reading, owe nothing to anyone, except to love him or her.

6 Septiembre 2020 – Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

En las lecturas de hoy, el Señor nos recuerda la importancia de ser miembros de una comunidad.  Él nos dice en el evangelio, donde dos o tres están reunidos en su nombre, él está en medio de ellos.  Es importante que cada uno de nosotros tomemos en serio este mensaje del Señor, especialmente hoy en día, cuando el mundo nos presenta el excesivo individualismo y el egoísmo como la forma ideal de vivir.  Según el mundo, el mantra es: vive y disfruta en tu espacio privado y nunca permitas que nadie más se acerque o sea molestado por ellos.

El Señor quiere recordarnos una vez más que no nos creó como mónadas solitarias en nuestras islas privadas, sino como hermanos y hermanas cuyas vidas están destinadas a tocarse unos a otros.  Él quiere que vivamos la plena implicación de esta verdad; que todos estamos conectados entre nosotros. Por lo tanto, todos deben preocuparse por el bienestar de los demás.  Debemos ser particularmente solícitos por el bien de nuestro prójimo, especialmente por su bienestar espiritual.

En la primera lectura, se advirtió al profeta Ezequiel que si fallaba en decirle y disuadir a un malvado de sus malos caminos, sufriría por esa negligencia.  En nuestras interacciones con nuestros vecinos, ¿defendemos la verdad?  Recuerde, nuestro enemigo el diablo siempre trata de persuadirnos de que no tomemos los pecados en serio. Nos dice que merecemos ser felices y que no existe el bien y el mal absolutos.  Por eso nos resulta difícil condenar el mal cuando lo vemos.

A cada uno de nosotros se nos ha dado esa sirena en nuestro corazón: el Espíritu Santo, que nos recuerda lo que está mal y lo que está bien.  ¿Le escuchamos?  En el evangelio, el Señor dice que si nuestro hermano o hermana ha pecado contra nosotros, tratemos de corregirlos, integrando a la persona en la comunidad.  Esta admonición nos desafía hoy en día, donde cuando alguien hace algo malo contra nosotros, en lugar de integrar a la persona, hacemos que la persona sea odiada también por nuestros seres queridos y amigos.  Queremos que aquellos que no están en buenos términos con nosotros también sean despreciados y desagradables por cualquier otra persona.  No podemos hacer eso ya que, como nos dice Pablo en la segunda lectura, no le debemos nada a nadie, excepto amarlo.

August 30, 2020 – Twenty-second Sunday in Ordinary Time

In the gospel, Jesus says to Peter, “get thee behind me Satan, you are an obstacle to me. You are not thinking as God does, but as human beings do”.  In the rebuke of Peter, the Lord wants Peter to take the position of a disciple, which is always behind the master; to be at the back of him rather than in front.  Being a disciple means trusting the master even when everything is not clearly understood.  Peter, in trying to dissuade the Lord from the cross, thought he was doing him good without knowing that he was being an instrument for the devil.

Dearest sisters and brothers, this episode happens every day in our lives.  The devil is always wanting us to take the easier way out any time we face life’s problems.  He wants us always to seek the path of the least resistance and the most convenient way out even when it leads to our spiritual destruction.  The Lord, rather, wants us to always ask ourselves:  What does the Lord want me to do in this situation? Which one among the options will lead me to do his will even when difficult and inconvenient?

In Peter’s admonition to Christ, one may see also an effort to protect himself.  It is obvious that Peter knows that if Christ is killed, he might be killed also.  Peter’s action also reflects our own fears and dread in the face of pain.  As humans, no one wants to endure pain, including myself.  We saw how Jeremiah lamented that the word of the Lord he is prophesying is bringing him derision and reproach from the people.

The mystery of life as our Lord told us in the Gospel is that suffering is part of following him and that anytime we reject the cross, we reject him.  That is what St. Paul reminds us when he tasked us “not to conform ourselves to this age” that wants a life of ease and comfort and nothing else.  Paul, rather, wants us to be “transformed by the renewal of our mind to discern what is the will of God”, which is that we follow him through our daily and individual crosses.

It is the cross that unites us with Christ.  Anytime we accept sufferings for Christ’s sake we are united with him in a special way.  It is true that “our love for God may not make life easy for us, but it brings us great fulfillment and meaning to life” both here and in the hereafter.

30 Agosto 2020 – Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

En el evangelio, Jesús le dice a Pedro: “Apártate de mí, Satanás, eres un obstáculo para mí.  No piensas como Dios, sino como los hombres”.  En la reprimenda de Pedro, el Señor quiere que Pedro tome la posición de un discípulo que siempre está detrás del maestro.  Estar detrás de él en lugar de estar al frente.  Ser discípulo significa confiar en el maestro incluso cuando no todo se comprende con claridad.  Pedro, al tratar de disuadir al Señor de la cruz, pensó que le estaba haciendo un bien, sin saber que estaba siendo un instrumento del diablo.

Queridos hermanos y hermanas, esto sucede todo el tiempo en nuestras vidas.  El diablo siempre quiere que tomemos el camino más fácil cada vez que enfrentamos los problemas de la vida.  Él quiere que siempre busquemos la opción menos resistente y la salida más conveniente, incluso cuando nos lleve a nuestra destrucción espiritual.  El Señor más bien quiere que nos preguntemos siempre; ¿Qué quiere el Señor que yo haga en esta situación?  ¿Cuál de estas opciones me llevará a hacer Su voluntad incluso cuando sea difícil e inconveniente?

En la exhortación de Pedro a Cristo, también se puede ver un esfuerzo por protegerse.  Es obvio que Pedro sabe que si matan a Cristo, también se le puede matar a el.  La acción de Pedro también se refleja en nuestros propios miedos y pavor ante el dolor.  Como humanos, nadie quiere soportar el dolor, incluyéndome a mí.  Vimos cómo Jeremías se lamentaba de que la palabra del Señor que estaba profetizando le estaba provocando burla y oprobio del pueblo.

El misterio de la vida, como nos dijo nuestro Señor en el Evangelio, es que el sufrimiento es parte de seguirlo y que cada vez que rechazamos la cruz, lo rechazamos a él.  Eso es lo que nos recuerda San Pablo cuando nos dijo que “no tomen como modelo a este mundo” que quiere una vida tranquila, cómoda y nada más.  Pablo más bien quiere que seamos “transformados interiormente, renovando nuestra mentalidad para discernir cuál es la voluntad de Dios” que es, seguirlo a Él, no solo con la cruz diaria, sino también viviendo Sus Mandatos y siempre de la mano del Señor y la Santísima Virgen María para poder tener la luz y las fuerzas para cargar con la cruz con amor y por la conversión de nosotros mismos.

Es la cruz que nos une a Cristo.  Cualquier sufrimiento que aceptemos por el amor de Cristo, estamos unidos a él de una manera especial.  Es cierto que “nuestro amor por Dios puede que no nos facilite la vida, pero nos trae una gran satisfacción y significado a la vida” tanto aquí como en la vida eterna.