2 Agosto 2020 – Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario

En la Primera Lectura del profeta Isaías, escuchamos palabras de aliento e inspiración (consuelo) “¡Vengan a tomar agua todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también!  Coman gratuitamente su ración de trigo”.  En la Segunda Lectura, San Pablo nos dice que nada nos separará del amor de Dios en Cristo Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, personalmente siento que estas palabras inspiradoras del profeta San Pablo se dirigen a cada uno de nosotros ahora.  Hoy vivimos en un tiempo incierto;  un tiempo en el que uno no está seguro de lo que sucederá después.  Un tiempo en el que uno no puede planificar ningún futuro.  Un momento en que cada persona tiene miedo de su vecino, preguntándose si es positivo con el virus.

Viviendo en este momento, escuchamos la voz de San Pablo que nos dice que ni la vida ni la muerte nos separarán del amor de Cristo. Significa que, pase lo que pase desde el momento de nuestro nacimiento hasta que muramos, no pueden separarnos del amor de Cristo.

En el Evangelio, Cristo manifestó su amor alimentando a las 5000 (cinco mil) personas con cinco panes y dos peces.  Al igual que estas 5000 (cinco mil) personas, todos tenemos hambre.  Tenemos tantas necesidades; especialmente durante este tiempo que el miedo y la ansiedad están impregnando nuestras vidas.  Por ejemplo, queremos que Covid-19 (diez y nueve) pase de nosotros.

Jesús, como lo hizo en el evangelio, quiere resolver nuestros problemas.  Es importante recordarnos que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la solución de nuestro problema y el del mundo entero.  Jesús, al alimentar a las 5000 (cinco mil) personas, no llamó la comida del cielo.  Más bien alimentó a la gente con pan y pescado provistos por su apóstol.

De la misma manera, Jesús quiere que prestemos atención a las necesidades de nuestros hermanos como lo hicieron los apóstoles hoy.  Podemos hacerlo rezando por nuestros hermanos.  También debemos proveer a Dios; nuestros diversos dones, talentos, riquezas a través de los cuales Dios alimentará a nuestros hermanos necesitados.  Dios no espera más de lo que tenemos pero quiere lo poco que tenemos para poder multiplicarlo.

Estamos, por ejemplo, en una nota práctica, para ayudar a contener la propagación del coronavirus haciendo nuestra pequeña parte; usando máscaras, manteniendo nuestra distancia, evitando aglomeraciones y lavando nuestras manos.  Estas son las pequeñas cosas que podemos hacer para que Dios pueda hacer el resto.

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