26 Enero 2020 – Tercer Domingo de Tiempo Ordinario

En la Segunda Lectura, San Pablo nos recuerda la importancia de vivir en armonía.  Como les dijo a los Corintios: “Les exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en armonía y no haya divisiones entre ustedes”.  Mis queridas hermanas y hermanos, el mensaje de San Pablo es importante para cada uno de nosotros en nuestra dividida América de hoy.

Aunque no estamos llamados a comprometer nuestra fe en nombre de la falsa unidad o la paz, la preocupación es que la fe y la moral no son lo único que nos divide.  De hecho, cuando miramos hacia adentro, me pregunto ¿será obvio para nosotros que muchas de nuestras divisiones provienen de cosas que no tienen nada que ver con Cristo?.  Es más bien alimentado por nuestra lucha por el poder, el prestigio, la riqueza y el placer.  Al igual que la división de los Corintios que provino del prestigio que atribuyeron a diferentes apóstoles, como si los apóstoles fueran los de “Chivas de Guadalajara” y “América Premier” que son rivales.

Queridos, es obvio que cuando el centro de nuestras vidas no es Cristo, sino otras criaturas de diversos tipos, siempre habrá división, ya que los hermanos y hermanas serán vistos como rivales.  A menudo miro en la televisión durante el ‘Viernes Negro’, donde los primeros compradores intentan atascar a otros con sus carritos para no perderse los engañosos “gran descuento”.  Es importante reflexionar sobre cómo nuestra cultura consumista convierte a los seres humanos en enemigos e instrumentos de odio.

Alguien me envió un cuestionario y me pidió que lo reflexionara.  Me pidió que nombrara a las últimas cinco personas más ricas del mundo, ganadores del trofeo Heisman, ganadores de Miss América, ganadores del premio Nobel o Pulitzer, ganadores del premio de la Academia a los mejores actores y actrices.  Si bien estas personas son las mejores en sus campos, es probable que las hayamos olvidado.  La segunda prueba fue nombrar algunos maestros que me ayudaron en mi camino del estudio, tres amigos que me ayudaron en los momentos difíciles, personas que me hicieron sentir apreciado y especial.  Pude responder esto en una fracción de segundo.

Él dijo: ‘Las personas que marcan la diferencia en nuestras vidas no son las que tienen más credenciales o dinero o premios, ya que los aplausos mueren, los premios se empañan, los logros se olvidan, los elogios y los certificados se entierran con sus dueños.  Se recuerdan más fácilmente las personas que muestran el amor, el cuidado, las que buscan la paz y la armonía de Cristo para unir a las personas.  Eso es lo que cada uno de nosotros está llamado a hacer hoy, buscar la unidad en Cristo Jesús.  Amen.

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